miércoles, 16 de noviembre de 2011

Se avecinan tempestades, terremotos y huracanes.

Las puertas del infierno se abrieron esa misma noche, la misma en la cual se desencadenaria la interminable historia. Sus manos y su mirada no paraban de incitarme tan sólo un segundo, mi cabeza era un caos total, sabiendo mi presente y las consecuencias que tendría. Sabiendo que yo tenía novia, y que ella también, a km de distancia pero una al fin. Supongo que en primera instancia eso me había hecho retroceder a pasos agigantados. Había una gigantesca roca en mi camino y barreras puesta en el mismo por mis caprichos o los de ella. La noche crecía, las luces se desvanecieron hasta llegar a su fin, el principio del huracán estaba por comenzar. Su cuerpo se acercaba cada vez a mí, sus labios susurraban en mis oídos cuentos tontos para acercarse lentamente a mi boca. Ella tenía las riendas del juego, toda la situación contralada a su gusto. Las horas pasaban, mis labios ya estaban sobre los suyos,  no podían dejar su boca, mis manos no cesaban de tocar su sedoso cabello. El amanecer comenzaba a iluminarse por aquella pequeña ventana, el calor empezaba a invadir la habitación; todos aquellos ojos permanecían cerrados, nadie se habia percatado de ninguna situación, o simplemente, prefirieron simular dormir.

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