domingo, 30 de enero de 2011

Trampa que no mata, pero no libera.

Los días transcurrian mientras yo "hacía mi vida" tal como ella me había pedido. Siempre cumpliendo y complaciendo sus caprichos. Llevábamos tal vez algunos días sin hablarnos, sin ninguna particularidad, motivo o razón exacta, o al menos eso pensaba yo. Sólo vidas a destiempos, como muchas las hay. Al volver a hablar con ella noté un rechazo de su parte, aunque más que un rechazo, el rencor producido por algún tipo de angustia que yo le habría generado. Claramente, me trató tan mal como ella quiso, y decidió dejar de hablarme hasta aquel mensaje en el cual me recriminaría que no toleraba verme con alguien más que ella, que le importaba todo lo que yo creía que no, y que me quería aunque, se negaba a admitirmelo. La pequeña y dulce muchacha no soportaba verme feliz al lado de otra persona. Sólo para eso regresaba, siempre lo hizo así. Necesitaba destruirme todo tipo de relación para recordarme que me tenía tendida a sus pies, en un arresto domiciliario, simulando libertad, en algo que no podría nunca matarme pero tampoco liberarme. Y además, para, incluso, no olvidarme de que era a ella a quién amaba. Luego de volver, destruir todo, y simular un Kosovo decidió retirarse, dejandome a mí, dónde siempre quiso que estuviese.