sábado, 26 de febrero de 2011

Se fueron con septiembre, tus ganas de mí.

Cada vez que intentaba acercar mi boca a la de ella, me la sacaba sin ningún tipo de razón y/o explicación, o al menos, yo no recuerdo haber encontrado respuestas a mis preguntas esa noche. La magia blanca transcurría de vuelta en mis fosas nasales y el humo espeso no cesaba de mi boca. Supongo que mi pre-consciente decidió tomar cargo de la situación porque me ví obligada a incentivar a mis piernas a levantarse y luego dar pasos; mi cerebro activó sus dos cavidades neuronales para concluir a mi brazos; fui hasta donde estaba ella y la tomé del brazo con furia. Muchos quedaron mirando aquella situación, como si yo fuese para ella una loca desconocida en ese promiscuo entorno; la conocía más que nadie de todos los que permanecían allí, conocía todos sus secretos más escabrosos y hasta lo más profundo de su ser. La llevé y la puse contra una cercana pared, y le empecé a cuestionar toda esa estúpida farsa; supongo que habré estado un tanto violenta, ya que mi amiga que apareció de casualidad en aquel antro me tomó del brazo y de su boca exhaló un "bajá un cambio". No, no podía hacerlo (y menos que menos en aquel estado), hubiese deseado que ella, la culpable de todo mi sufrimiento "bajase un cambio" conmigo en lugar de tener como un títere decidiendo si las obras serían comedia o tragedia, durante un incesante y desgarrador año y medio. Al no obtener ni una sola respuesta de sus labios decidí retirarme con una rabia sumamente inmensa de ese lugar; tomé mi campera y atravesé tan rápido el lugar que quiénes venían atrás mío tratando de frenarme me perdieron de vista y no pudieron hacer nada al respecto.







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