viernes, 26 de noviembre de 2010

El combustible del huracán.

Cuando rompí con mi novia, se lo conté a ella, inmediatamente. Supongo que lo hice para hacerle sentir cómo me había sentido yo todo ese tiempo, cada vez que ella, me contaba sobre su novia. Trató de aconsejarme lo mejor posible, obviamente degradándola, y asegurándome que yo merecía algo mejor. Luego de su seguidilla de consejos, me invitó a salir con ella a la noche. Creó a la perfección toda la situación, sin ningún tipo de fallas, y me manipuló (o me dejé manipular) sólo como ella sabe hacerlo. Luego de hablar con mi ya, ex novia, la llamé llorando y me dijo que vaya a su casa, una situación más extraña que incómoda. Después de escucharme hablar más de media hora me invitó a pasar, y a esperarla mientras se duchaba para salir conmigo. Ocho y media salimos para allá, iba a ser una noche demasiado larga. Me hizo revivir todo sentimiento alguno e incluso, copió escenas de nuestro pasado a ese preciso instante. Éramos vivaces y felices completamente como tal vez, nunca lo habíamos sido. Era media noche cuando mis labios sintieron el frenesí de volver a tocar los suyos. Extrañaba aquellos labios que ya no recordaba; inmediatamente después de ello, me confesó ser su mundo y demases halagos insospechados. Me hizo creer todas sus mentiras una y otra vez, y entrar nuevamente en aquel enfermizo e interminable juego.

Esa fue la noche en la que desencadenó el interminable huracán.


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