jueves, 15 de abril de 2010

Había pasado un mes, y mi vida era sumamente más tranquila y feliz. Ya no tenía que preocuparme cada hora de mi vida, por si a ella se le ocurría morirse. Ya no tenía que estar cada hora, enfermandome frente a un monitor, esperándola. Ya no tenía que leerla escribir atrocidades, acerca de cómo quería morir. Ya no sentía ese sentimiento de desesperación. Un mes pasó. Hasta que se cortó las venas.

1 comentario: